En realidad, esta pregunta tiene múltiples respuestas. De hecho, podríamos compararlo con un iceberg: sólo vemos lo que hay en la superficie, pero en realidad, las causas están ocultas en la mayoría de los casos. Por una parte, existen procesos dermatológicos crónicos o patologías que causan picor, como la psoriasis, los eczemas, la diabetes, los tratamientos oncológicos o de enfermedades renales (diálisis). Por otra parte, puntos de partida tan comunes como el frío o el calor pueden provocar sequedad en la piel, llegando a generar picor. Y es que la piel seca es la consecuencia de la pérdida del equilibrio agua-lípidos. Por eso, como la piel carece de hidratación, nos pica y os rascamos. Precisamente, cada vez que nos rascamos se pueden producir herida y abrasiones en la zona, dando lugar a irritación e infecciones. De este modo, la sensación de pico se agrava y aparece con mayor frecuencia. Es lo que los expertos llaman círculo del "picor-rascar".